La actividad minera en Irun se remonta a la época romana. Supuso una importante fuente de recursos que dejó su impronta en la vida de nuestra ciudad y sus gentes. El coto minero generó importantes infraestructuras y tuvo su mayor desarrollo en la segunda mitad del s. XIX, coincidiendo con el boom minero de hierro que se produjo en todo el País Vasco. Esta instalación llegó a ser uno de los cotos mineros de mayor relieve de la cornisa cantábrica (con once hornos de calcinación) y estuvo en uso hasta finales de la segunda Guerra
Mundial.
A principios del siglo XX 3000 eran los trabajadores que, llegados de
localidades cercanas de la provincia y Navarra, extraían el metal de sus paredes.
También percibimos su huella en las infraestructuras de la ciudad. La cantidad de mineral extraído era tan abundante que fue necesario construir un ferrocarril para su transporte hasta el desembarcadero de la calle Santiago. Fue una obra de gran envergadura dado que había que salvar fuertes desniveles. La obra se llevó a cabo en 1865. Gracias a ella, desde el 1 de julio de 1890 funcionó el Ferrocarril minero “Bidasoa Railway & Mines Cº “entre Irun y el puente de Endarlaza. Este ferrocarril fue el embrión de la futura línea hasta Elizondo, el tren Txikito. Era un tren minero que pasaba por lo que ahora es el bidegorri de Ibarla. La descarga de mineral se hacía en la estación de Kostorbe.
La mina funcionó hasta 1945, año en el que terminó la Segunda Guerra Mundial y la explotación perdió su principal cliente, esto es Alemania, quien compraba el hierro para fundirlo para fabricar sus armas.